Dinámicas Humanas
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Emotional Intelligence

Pablo Fuenzalida
2 minutos

El Mercurio de Antofagasta | 14 abril, 2023

«En mi opinión, no es posible transformarnos positivamente como sociedad si no cambiamos la forma de hacer empresa«.

De acuerdo con recientes cifras del Departamento de Estadísticas e Información de Salud (DEIS), las atenciones de urgencia por salud mental en la Región de Antofagasta han aumentado en un 35,1% desde 2021. Un escenario probable dado los últimos años convulsos que hemos vivido. Por este motivo, las cifras incluso podrían seguir aumentando. El estrés sostenido y crónico producto de la pandemia e incertidumbres socio políticas han desafiado nuestro mundo emocional hasta agotarlo. La exacerbación de la intensidad con la que experimentamos nuestras emociones, el constante estado de «supervivencia» en que estuvimos y probablemente muchos siguen experimentando, agota hasta al más fuerte de la sociedad.

En 1995, Daniel Goleman lanzó su libro «Inteligencia Emocional» y se mantuvo un año y medio en la lista de los más vendidos. Hace casi 30 años y aún sigue vigente. Una cosa es saber cómo funciona la inteligencia emocional y otra muy diferente es ser inteligente emocionalmente. La gran mayoría nos quedamos en la teoría. El enfoque del libro es cómo la inteligencia emocional es mucho más importante que el famoso coeficiente intelectual «CI» con el que varios que peinamos canas fuimos evaluados a la hora de ejercer liderazgo, por ejemplo.

En mi opinión, no es posible transformarnos positivamente como sociedad si no cambiamos la forma de hacer empresa. Hoy todos en la sociedad necesitamos hacernos responsables de la salud mental y aportar a que seamos una sociedad inteligente emocionalmente. Las empresas tienen el rol de proveer las herramientas para entrenar las habilidades emocionales de quienes trabajan en ellas. Si lo hacen, impactarán su cultura, mejorarán el engagement y tal como los estudios muestran, mejorarán sus resultados haciéndolos, además, sostenibles en el tiempo.

Si es tan evidente el beneficio, ¿por qué no lo hacemos? Porque se requiere un cambio de mindset. Se requiere desafiar la forma tradicional en que hacemos las cosas, ya que, la mayoría de las veces, como expresa el dicho popular, «más vale diablo conocido que diablo por conocer». La historia nos muestra que el aprendizaje real, es decir, el cambio de conductas y habilidades menos ingenieriles como lo es la inteligencia emocional, se aprenden y entrenan de formas menos convencionales y requieren mucha convicción, disciplina y voluntad.

¿Hasta qué punto una noticia sobre salud mental realmente nos moviliza? El estado de supervivencia, fisiológicamente, se sostiene con el cortisol, un neurotransmisor. Es decir, nuestro sistema nervioso está influido, impactándonos corporal, experiencial y conductualmente. Uno de sus principales efectos es que, biológicamente, nos ponemos individualistas. Nos ocupamos solamente de nosotros. Es por esto que, si realmente queremos impulsar el bienestar desde lo emocional, lo primero que necesitamos es ser más grandes que nuestra biología. Así lograremos comprender que la mejor forma de estar bien como sociedad es cuando todos los actores -estado, empresas y familias- nos hacemos responsables de entrenarnos para ser inteligentes emocionalmente y estar bien.