El Mercurio | 22 de agosto, 2022
Señor Director:
Así como los problemas actuales no los podemos resolver con el mismo pensamiento con el cual los creamos, los conflictos no pueden ser resueltos con la misma emoción que nos generaron. Esto es clave, más allá del plebiscito. No hay duda de que estamos con un país dividido, fracturado y con una tremenda dificultad para ponernos de acuerdo. La frustración, la ansiedad y las emociones vinculadas al estado de supervivencia, como el miedo y la rabia, visibilizadas con mayor fuerza en el estallido social y potenciadas por la pandemia, son emociones que nos impiden el diálogo, el encuentro y la colaboración. Un punto que presenta la campaña del Rechazo, la que afirma que la nueva Constitución se escribió desde la rabia.
Necesitamos emociones elevadas y expansivas, como la empatía y la confianza, que nos impactan y conectan con la ‘intención positiva’ del otro. Esta es la puerta de entrada a la posibilidad de encontrarnos y conversar, para así afrontar nuestras diferencias. Es un primer paso para un país reunificado, con diferencias, pero comprometido con un bien superior y, por sobre todo, que puede conversar. Para alcanzar esta realidad, es necesario partir por intentar comprender el valor y la intención positiva de aquella propuesta que no me hace sentido, recurriendo a tantas preguntas como sea necesario. Esto irá generando confianza y modificará la emoción sobre la cual hoy están abordadas las diferencias, para así generar un verdadero diálogo, indispensable para el futuro de Chile.